Fermentaciones en el camino

Sigo

viviendo

bebiendo

el paisaje

caminando

Guerrero Medina

Nunca dejes de buscar la fermentacion de la naturaleza y de las cosas del mundo. Una pintura nunca se acaba. Si para Luigi Pirandello “ser es hacerse”, la obra de un pintor, y con ella cada cuadro, es también un continuo hacerse, un proceso donde caminas, observas, escuchas, sientes… y muchas veces encuentras el accidente o el azar que te transforma. Pintar es eso, saberse vivo, transitar por la misma pintura. En 1980, Guerrero Medina, escribía que “todo lo que se mueve es una pregunta”. Y la pintura es una pregunta abierta. Y, por muchas posibles respuestas que lleguen, siempre queda aquella grieta errática donde la tensión vital multiplica las direcciones.

Caminando

sin rumbo

encuentro

el paisaje

Nunca puedo dejar de perseguir un cuadro, aunque durante la búsqueda haga algunos, le decías en aquel otro diálogo ampurdanés a Julia Mateu. Estar en el camino, la obra dentro de la obra o la conversación dentro de la conversación. Lo que representa para ti pintar, también es para mí, ahora mismo, una fermentación donde todo se diluye: tu mirada a la pintura, la lectura de los que te interpretan, tu voz que -como la pintura- no puede describirla… Un entramado de distancias que confluyen en un punto de la escritura mientras avanzo hacia uno de los posibles textos donde sé que tampoco podré explicar la profundidad de unas emociones, de unos sentimientos íntimos, que tan solo la misma pintura es capaz de catalizar.

Entras primero en la naturaleza, siempre atento a las ráfagas de luz que enlazan sombras, sutiles reflejos de una mirada que persigue la vida. Es el destello que contiene las variaciones… Ser luz poética que, como un cristal, nos ofrece la multiplicidad. La luz te atrae, pero es la trampa de la movilidad permanente y, en realidad, es el movimiento, el color… Y el agua es esto: un estar entre la luz y la sombra, un estar entre aparecer y desaparecer. Quizás es el momento de aquella “urgencia posesiva” que detectaba Manuel Vázquez Montalbán, la necesidad de agotar cada instante.

¿Cómo sabré qué siento sin saber qué pinto? Pero la luz “no se puede atrapar” y por esto buscas aquellos momentos en la que es “menos sugerente”. El agua, sutil, te libera del impacto por el color y el movimiento. El contacto con la naturaleza es físico y visual, es una acción que halla el equilibrio con el medio cuando te dejas impregnar de manera sensual, cuando todo envuelve y acoge el momento de pintar: el viento, el color, la nube que se interpone a la luz… Cuando Julia Mateu quería que hablases de sombras y contraluces, de texturas y grandes telas, de aquellas pinturas que veía como “topografías anímicas”…

Siempre tenía la sensación de que perseguía captar la luz. Un día me cercioré que era imposible, era como atrapar el tiempo. Pintar al natural y querer plasmar la realidad era utópico, porque se te escapaba de las manos. En estos momentos sigo pintando al natural (…). Procuro que la motivación me venga por el impacto que, poco a poco, se va produciendo con el contacto físico y visual del paisaje hasta poder alcanzar la liberación por el color y el movimiento…

Después entras en el cuadro, en estos grandes formatos donde encontramos la fermentación del instante vivido que sintetiza y desdobla a la vez, haciendo crecer la obra en la obra. Has entrado en el cuadro, en la tensión que quieres absorber y, al mismo tiempo, notas como te vuelve a tirar hacia dentro. Descubres mientras pintas, transitas desde la fuerte intuición del caminante. Haces mucha pintura “para llegar a un resultado”. Avanzas, dudas, resistes, escuchas y te escuchas: “interpretarte e interpretar”, dices. Y te das cuenta de que la naturaleza, como la naturaleza humana, es plástica, es un proceso en el cual -asumido el sentido de pérdida en lo que se refiere a modelos- nunca podremos hablar de las “realidades” de los fenómenos sensoriales sino de fermentación subjetiva.

La transparencia y el gesto se unen en este caminar que es -como dices- un vivir intenso para “beber” directamente de la naturaleza… Con el caballete al aire libre te integras y todo se condensa: los colores, las formas, el aire, los olores… Encuentras el reflejo de tu caminar, de estas emociones que se hallan en la transparencia del agua, en el reflejo de la luz. Ver y sentir lo que se produce en nuestro interior, cada gesto o pincelada como respuestas, y volver atrás, a 1981, cuando ya escribías:

Soy parte activa

del movimiento

interpretándome

interpretando.

Encontrarte solo. Tenía razón Santos Torroella cuando te interpretaba “a la intemperie y a solas”, independiente, genuino, con una buena filosofía individual, con una soledad positiva, porque para crecer has de buscarte y para hacerlo te has de dejar llevar: habitar la naturaleza y dejarse habitar. Lo que capta no se canaliza tan solo a través de la mirada sino de todos los sentidos: el olor o el tacto de la luz y de la sombra, su movimiento… Y, a medida que trabajas, desaparece la referencia real para dar lugar a otra cosa que es consecuencia del origen. Todo pasa por este proceso, lejos de la mimesis, ya que el arte tan solo conoce tus sensaciones y sentimientos subjetivos.

No se trata de acumular conocimiento sino de tener la capacidad de sintetizarte a t¡ mismo. Es lo que queda de la fermentación, como la digestión, con lo que se aprovecha y rechaza… Era Berger quien hacía un paralelismo entre el estómago -te alimentas de la naturaleza- y el taller como “lugar de digestión, de transformación y evacuación. Es donde las imágenes cambian de forma -escribía en su correspondencia con León Kossof-. Donde todo es al mismo tiempo regular e impredecible…”. Hay un proceso de sedimentación: es como respirar a pulmón abierto todo lo que te envuelve… y darle aquella distancia que permite retener tan solo una memoria sensitiva, lo que Guerrero Medina llama “imágenes de la memoria”:

Hay épocas en que necesito aspirar, como si de un pulmón se tratara, la atmósfera colorista exterior para luego -después de interiorizarla- extraer lo acumulado dejándome licuar por un caudal intuitivo de imágenes que son el fruto de todos los mecanismos de la memoria sensitiva y acumulación de los sentimientos. Es cuando surgen las obras que yo llamo de la memoria.

El arte va más allá…

Cuando María Luisa Borras se refiere a tu evolución, no olvida la actitud que siempre te ha acompañado, esta independencia a “contracorriente” que rehusaba la codificación y la facilidad. Entre todas las rebeldías, había, hay la del caballete al aire libre, cuando esto se había convertido en un anacronismo para los nuevos modelos de contemporaneidad. Descodificas y vas “contra la parálisis del paisaje”, “de la mirada”, como analizaba Vázquez Montalbán. Siempre has tenido claro que cada cuadro es un salto al vacío y, poco a poco, pasaste del compromiso social a entender que cualquier condicionante ideológico recorta las posibilidades al instinto que permite descubrirte. Sabías que el arte iba más allá de los límites admitidos culturalmente, como sabes que los cuadros grandes también responden a una necesidad tuya de invadir fuera límites.

Pero fue la naturaleza abierta, el Ampurdán, que influyó en tu transformación como un renacimiento que te liberaba del dramatismo… Y aquí encontramos la germinación de obras que, de manera convencional, introducimos en el género “paisaje”. Pero de la misma manera que tu rehuyes el discurso, necesitas el espacio, la naturaleza abierta, también deberíamos dejar de lado las etiquetas, los clichés, porque todo forma parte de una relación entre los seres humanos y su entorno, y sería necesario liberar lo que en realidad es una captación polisensorial de la naturaleza, tabulada por un soporte geométrico. Pero, para entendernos y que nos entiendan, volvamos a entrar en la domesticación de los términos sobre “tu” paisaje, sobre la actitud vital del hombre que pinta con libertad en la naturaleza libre…

Siempre el paisaje ha sido un aliado en mi pintura, (mi despensa de colores) el alimento de mi paleta, algunas veces, protagonista único de mi mirada. He pasado años alternando y conviviendo con dos opciones distintas; mi pintura figurativa, con múltiples evoluciones en el tiempo, investigando la forma y el desarrollo expresivo que la vida con sus claros oscuros demandaban, y manteniendo un diálogo pictórico con la naturaleza, extrayendo de ella infinidad de matices, como manantial inagotable de colores. En un catálogo de una exposición que realicé hace años, escribí:

Tomar un apunte del natural

es, como beber agua

del nacimiento de un río

La retina pictórica se desarrolla ejercitando la captación de los infinitos valores producidos por el reflejo de la luz en los objetos y las cosas…

En mi pintura, el sentimiento y la emoción son valores importantes, pero esto no quiere decir que no tenga en cuenta el continente estético. En el mismo catálogo de hace años, también hacia alusión al paisaje del Ampurdán:

Viento

muros de aire

abiertos

abiertos

por la luz

transparente

Tengo necesidad cuando pinto el paisaje de colocar el caballete al aire libre…Percibo no solamente los colores y las formas, sino el aire, los olores y la fragancia que despide la tierra cuando después de la lluvia calienta la corteza. Todo se hace uno y, cuando tienes un buen momento, el todo se acumula en ti, solamente has de seguir la inercia de lo que se produce en tu interior y cada gesto o pincelada es una respuesta.

Por la tarde

el campo

expira el día

exhalando un vaho

de plata horizontal

El arte ha de ser un caminar a través de la existencia, con autonomía y distancia para hallar una voz auténtica. Y tú, con la exposición “Luz y sombra en el agua”, consigues la esencia que apuntabas en 1991 de “resumir la idea de conjunto de un cosmos en un fragmento de cualquier partícula” y sacas la pintura pura que hay en el tema, porque los márgenes -como la experiencia de los límites- se diluyen y de la misma manera que te gustaría pintar en el mismo espacio, el cuadro sigue en camino hacia fuera o hacia dentro.

Pretendo que la misma pintura sea el catalizador para comunicar a los otros todas estas cosas que siento.

Glória Bosch

Notas:

Las reflexiones pertenecen a los catálogos: Guerrero Medina. Narrativa de un paisaje. Vila-Robau 1980, Barcelona, Galería Lleonart, marzo-abril 1980; Guerrero Medina, Girona, galería Tau, enero-febrero 1982.

Los diálogos son de dos momentos, el actual, y una entrevista, Diáleg a L’Empordá, con el pintor Julia Mateu, publicada en el catálogo Guerrero Medina, L’Hospitalet, Centre d’Art Alexandre Cirici, octubre-noviembre 1991.

La cita de John Berger es del texto “Dibujar: correspondencia con Leon Kossof” del libro El tamaño de una bolsa, Madrid, Santillana Ediciones Generales, S. L, 2004.

Bibliografía del autor citada en el texto:

Maria Lluïsa Borràs, Paisajismo en forma de modernidad, Barcelona, La Vanguardia, 19 noviembre 1991

Santos Torroella, Noticia y visiones ampurdanesas de Guerrero Medina, Barcelona, El Noticiero Universal, 27 de marzo de 1980.

Manuel Vázquez Montalbán, Contra la parálisis del paisaje, en el catálogo de la exposición del Centre Alexandre Cirici de l’Hospitalet, 1991; “Guerrero Medina, contra la parálisis de la mirada”, Barcelona, revista El Guía, octubre-noviembre 1991.

Publicado en el catálogo de la exposición “llum i ombra a l’aigua”, Espai VolArt, Fundació Vila Casas, Barcelona, septiembre-noviembre 2007